Vicente Gaos
«Madre muerte», un poema de Vicente Gaos
Madre muerte
How wonderful is death,
death and his sweet brother, sleep.
P. B. Shelley
¿Al fin, madre, te acercas?
Ven, porque estoy cansado.
Estoy cansado, tengo
sueño. Cógeme ahora
en tus brazos, oh madre,
oh madre mía, muerte.
No sé nada, no sé
si el canto que me cantas
—para dormirme el sueño—
es otra vez el canto
de cuna aquel, el cuento
mágico de los días
remoto, cuando niño.
Pero no importa: duerme,
duérmeme pronto el sueño.
Ah, dulce madre. Sí,
ya veo que te acercas
a mí. Pon, pon tu mano
piadosa, detenida,
de claridad eterna
sobre mi sueño oscuro,
sueño humano infinito…
Un día te dejamos
sola a ti. Abandonando
tu maternal entraña
sorda, tibia, tan dulce,
nos fuimos a la vida.
Fuimos hacia la luz
cruda, hacia la colina
alta amenazadora
donde los vientos baten.
fuimos hacia la vida.
Ahora recuerdo aquellos
árboles en la inmensa
llanura del otoño,
finos troncos dorados,
cinturas de muchachas
bajo la luz poniente,
cuando el amor despierta…
Recuerdo la mañana
blanca de primavera,
centelleante. Íbamos
los dos junto a la orilla
del mar azul, eterno.
Y entre las altas flores
desbordantes al paso.
Yo le dije: «Te quiero,
te quiero». Acariciaba
su cabellera suelta,
noche suave y ardiente.
Ella me sonreía.
Me miraba a los ojos
con sus ojos: estrellas
de mi único cielo.
Luz suya, suya, hora
de amor, isla celeste.
Pero tú, madre mía,
dejada en la ribera
de mi niñez; tú, madre,
que me aguardabas siempre,
me dejabas así:
olvidado, feliz,
joven, cruel hijo tuyo
que creía en lo eterno
de la dicha, y creía
que la vida era eso,
únicamente eso.
La vida, madre mía,
tú la conoces, sabes
que su rostro sonríe
fugazmente a los hombres.
Así la vida. Días,
días sin luz, oscuro
tránsito que cruzamos
— niños que somos todos—,
llevando el corazón
generoso, encendido.
Y la sangre cantando
su poderosa música.
Pero un corazón busca
un corazón, y encuentra
un carbón apagado,
un pedernal sombrío
en que su luz se arista.
¡Ah, no, vivir no es
sumirse en el relámpago
feliz de una mañana!
Te dejamos un día.
Felices, derramados
en el tiempo. Y ahora,
perdidos, como niños
hacia ti nos volvemos,
y te llamamos: «Madre,
madre, ven a nosotros».
Porque vivir es eso.
Llamarte a ti, esperarte,
en tenebrosos días.
Esperarte a ti siempre,
madre piadosa, madre
infinita, que a todos
unidos nos acoges.
Ahora ya en tus brazos,
no quiero sino eso;
dormir, dormir el sueño
de la vida, aliviar
este largo cansancio.
No sé si en la alta noche,
cuando acaso despierte,
me asomaré a un trémulo
balconaje de astros
—ojos de Dios, estrellas
próximas de otra vida —.
Pero estoy en tus brazos,
en tus brazos de madre
buena, que nunca engaña
a sus hijos humanos.
Dejad que entonces duerma
(aunque ya no despierte),
dejad, dejad que duerma
el infinito sueño.
¡Aunque mi sueño sea
sólo un sueño de niebla!
Vicente Gaos (València, 1919 – 1980). Poeta, professor i assagista. Obra poètica publicada: Arcángel de mi noche (1943), Sobre la tierra (1945), Luz desde el sueño (1947), Profecía del recuerdo (1956), Mitos para tiempo de incrédulos (1964), Concierto en mí y en vosotros (1965), Un montón de sombra (1972) i Última Thule (1980).