Poesia
Un poema de Cristina Lacasa
Y CON EL AGUA AL CUELLO
Vendrás crepuscular, en ondas dulces
o a chorros inundándome. Vendrás
con las manos dispuestas y el hombro preparado
a cargar mi porción de rebeldía
o de consentimiento complacido,
que cimenté de arenas asequibles
a lo largo de orillas combatidas.
Pero vendrás, no hay duda, en tu momento,
oh misteriosa, y cribarás mis ojos
hasta su más remoto fondo.
Las alas que esperé por tanto tiempo
acaso sean mías en lo oscuro
de tu naturaleza; acaso pueda
resolver mi latido sobre alfombras
de amantes corazones, oh buscados
cuando en la sangre erguidos no tendieron
rastros hacia mi despoblada trayectoria,
o emboscado en la densa certidumbre
del barro, mi costado detector
se perdió en soledad y no los supo
Ahora me encuentro con el agua
de la vida hasta el cuello, en travesía
irrepetible. Nado, pliego velas,
o intento a toda máquina alcanzar
la isla de la dicha y detenerme
en su cima más alta, con un nombre de olvido
para las aguas recorridas,
para el viento que anuncia las tormentas
o para el fiel taladro, que ha seguido uno a uno
los pasos del latido.
Desde el tronco del llanto,
con la potencia para el brote a punto,
espero el sol de Aries, el milagro
p rimaveral, que estalle en un designio
de alegría. Y no vengan los otoños
a empañar de amarillo cuanto tocan.
Y con el agua al cuello desvarío
diciendo amor, ventura, primavera
estática, imposible. La amenaza
del escollo se cierne a mis costados
y las movibles aguas cantan siempre
el cambio, el transcurrir, la oculta sima
o la etérea nube. Todo sigue
su ritmo ignoto y sideral. Yo quiero,
con un trozo de estrella bajo el brazo,
que obtuve con un verso ya hace tiempo,
cambiar la cara de la sombra, el ímpetu
del torrente, el destino de la espiga.
Y no puedo, no puedo.
Entonces, tercamente, abro las puertas
al sueño de la muerte y llego al éxtasis
inventándome islas, vuelos y arcos
de nubes que no son para dar lluvia.
(Ópalos del instante, 1982)
Cristina Lacasa Begué (Terrassa, 1929 – Lleida, 2011). Entre su primer libro de poemas, La voz oculta (1957) y el último, Hoguera, manantial y paraíso (2008), publicó una veintena de títulos.