«Mama Rumalda», una narració d’Iván Carrasco Montesinos

 

MAMA RUMALDA

Cabalgamos cerca de Mama Rumalda —una formación rocosa del pajonal andino, «ese mar de la paja con su sonido extraño y percutiente», según dice el poeta—, cuando el Chaparro vio caerse el herraje del caballo que iba delante. Como íbamos a atravesar una zona muy pedregosa, se nos hacía imprescindible recuperarlo, así que nos detuvimos a recogerlo.

Durante más de una hora lo buscamos metro a metro en el lugar en el que le vio caer; pero nada, no hubo manera de encontrarlo.

Esto nos obligó a cambiar la trayectoria planeada. Decidimos regresar por el camino más corto —rodeando a Mama Rumalda— a una choza cercana en la que encontraríamos otra herradura.

Nunca habíamos ido por aquel sitio, nunca habíamos mirado a Mama Rumalda de tan cerca y desde aquella perspectiva. Conforme la rodeábamos, se volvía más escarpada, más vertical, como si hubiese sido cortada por un cuchillo gigantesco, y de pronto, enfrente mismo de este «corte», vimos brillar la herradura perdida. La vimos todos y nos detuvimos extrañados de verla aparecer allí. Igual es otro herraje —pensamos—, y yo descabalgué a recogerla.

Pero en cuanto me bajé del caballo, el herraje desapareció y ya nadie lo volvió a ver. Maldecimos la ilusión óptica, suponiéndola fruto de nuestra larga y obsesiva búsqueda, y ligeramente perplejos, decidimos continuar el camino de regreso.

Y entonces, al subir al caballo, levanté la mirada y, ¡oh inmensa sorpresa!, en lo más alto del corte vertical de la roca vi la cara que nunca antes habíamos observado, la cara de Mama Rumalda.

—¡Miren, miren! —grité entusiasmado señalándola con el dedo, y todos vieron el gigantesco rostro de estilo olmeca tallado en la roca viva. Durante años habíamos pasado enfrente de la roca —mirándola de costado—, sin preguntarnos por qué se llamaba Mama Rumalda, y hoy el rostro antiquísimo, gigantesco, se nos revelaba de una manera casi mágica.

—¿Qué poder tiene Mama Rumalda —nos preguntamos mientras la contemplábamos largamente desde todos los ángulos y distancias posibles, asegurándonos de que, en verdad, no era otra ilusión óptica, y de que estábamos ante un gran misterio arqueológico— para hacer que así la viésemos casi a la fuerza?

De esta manera la contemplamos hasta que el atardecer llegó paulatinamente obligándonos a regresar de una vez por todas, íbamos a montar en los caballos, cuando al Chaparro se le ocurrió —por pura curiosidad— mirar el casco del caballo que había perdido la herradura y, con estupor, comprobó que el herraje estaba bien clavado.

No dudamos de que la hora de Mama Rumalda había llegado.

 

 

Iván CarrascoIván Carrasco Montesinos va néixer a Cuenca (Equador) l’any 1951 i resideix des de fa 40 anys a Espanya. Obra narrativa publicada: Relatos de atrás (1992), Las muertes inevitables (1996), Un canto en los dientes (2001), Nudos de letras (2005), Cuentos clandestinos (2008), Cuentos grandes y chicos (2012), Nouvelles clandestines (2013), Relatos (1991-2013) (2013).

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